La década de 1970 fue la década de la rebeldía social, la protesta, el arte conceptual y la contracultura.
Los jóvenes se dejaban seducir por todo lo underground y experimentabancon sexo, drogas y nuevas experiencias.
Los adultos primero asistieron asombrados al espectáculo y muchos acabaron participando activamente.
No era la minifalda de Massiel convocando lúbricas miradas lo que proclamó el advenimiento de la modernidad en este país.
Fueron las provocadoras historias de cómics y fanzines, las primeras manifestaciones por la libertad sexual y los experimentos alucinógenos reverencialmente compartidos en penumbra.
Fueron los estudiantes enfrentándose a los grises en las postrimerías de un régimen que moría matando.
Fue una desbordante e imperiosa necesidad de libertad que rompía todos los diques de la represión y de la censura, el fin de una época gris y el inicio de una etapa cargada de sueños y utopías.
En la década de los setenta, en una España amordazada por la lenta agonía del franquismo, los jóvenes empezaron a romper los moldes de una sociedad lóbrega y dolorida.
Inspirados por la California de finales de los sesenta y el mayo francés parisino, irrumpió en España la liberación sexual, la contracultura, la rebelión social, lo underground y un atisbo de libertad que entraba en la península en las maletas de centenares de miles de turistas que descubrían el país de las tres “S”: Sex, Sea and Sun.
Como todo nos llega tarde, cuando comienza la era de los hippies, en Europa y Estados Unidos empezaban a ser punks y se preguntaban, con Sex Pistols, «no sé qué quiero, pero sé como conseguirlo».
Contenido
España, más allá del régimen del 78 que trajo la democracia.
En los setenta fue asesinado Carrero Blanco, falleció Franco de muerte natural, se legalizó el Partido Comunista, se empezaba a ser demócratas y se elaboraba la Constitución.
A pesar de la llegada de las urnas, se recrudeció el terrorismo en España, con ETA, y en el mundo, con organizaciones de todos los extremos.
Los Juegos Olímpicos de Munich acabaron en masacre.
Murieron once atletas de Israel, un policía alemán y cinco terroristas palestinos de Septiembre Negro.
En los 70 se habla de los orígenes de la sociedad española actual, de la irrupción de la democracia, la legalización de los partidos políticos, incluido el partido comunista.
El movimiento gay y feminista tomó las calles y el sexo dejó de practicarse exclusivamente en las alcobas o en los «meublés» con amantes clandestinas.
«Demasiada gente piensa que los setenta fue solo una época de grandes declaraciones políticas, de convulsiones sociales y de rebelión.
Pero, más allá del régimen del 78, la sociedad civil tenía una vitalidad extraordinaria y la alegría y la transgresión tomó las calles.
La vida cotidiana, que pasó página a los años oscuros del franquismo».
Xavier Gassió (Periodista y fotógrafo)
Los 70 relatan los años que van del mítico 68 al problemático 81.
Mítines masivos de políticos que venían del exilio o la clandestinidad, estudiantes enfrentándose a los ‘grises’, torsos desnudos y pechos al aire desafiando la moral imperante, proclamas feministas de mujeres condenadas a ser el reposo de guerrero en la España franquista y toda una generación construyendo sueños y utopías, exigiendo cambios radicales.
Tan radicales como el uso de la píldora anticonceptiva, que se había lanzado a finales de los sesenta y que permitió que las mujeres perdieran el miedo al embarazo no deseado y que el sexo pasara a tener una función no solo reproductiva, sino lúdica y recreativa.
Las feministas salieron a la calle y pusieron las bases de la lucha actual contra la sociedad patriarcal: la independencia de la mujer, la equiparación de derechos entre sexos, el reconocimiento de la diferencia y la constatación de que la iglesia católica ya no podía seguir decidiendo como debían ser las relaciones familiares y el comportamiento colectivo.
Las carteras de los jóvenes se llenaban de cómics y fanzines, el LSD y la marihuana y la exigencia de libertad expresión ocupaban las calles y rompían el dique de la censura y de la moral pacata de los treinta años anteriores.
Toda una generación luchaba por un mundo mejor a pesar de la crisis económica que lo hacía todo muy difícil.
Se inventó una nueva forma de hacer periodismo, con diarios progresistas y revistas provocadoras como El víbora, Ajoblanco o El viejo topo.
Interviú inventó también un estilo: el de mezclar opinión seria con desnudos y rigurosos trabajos de investigación que no dejaban títere con cabeza.
Los comunistas compartían páginas con Emilio Romero y ponían a prueba la libertad de expresión del post-franquismo.
En prensa diaria nacieron proyectos con alma democrática como El País, Mundo Diario o El periódico de Cataluña, que alejaron la propaganda practicada por la prensa franquista del periodismo.
Federico Jiménez Losantos fundó, en enero de 1978, junto con Alberto Cardín, una revista de pensamiento sobre política, filosofía, literatura y psicoanálisis Diwan, que fue considerada por el diario El País como «la revista cultural más importante, abierta y viva del momento».
El jueves también marcó estilo en la manera de hacer humor transgresor y alguna revista como Lib apostó por ensanchar las fronteras de lo consentido en el sexo, aunque hoy lo veríamos como un panfleto machista.
La publicidad, es también el reflejo de una manera de ser y de pensar, el espejo de una sociedad que estaba sufriendo una mutación profunda.
Aquella década dejó huella, en la memoria emocional y física del país.
Ilustra sobre lo efímero que puede ser lo que a veces creemos que ha venido para permanecer en nuestras vidas.
Cosas que en aquel momento parecían imprescindibles;
Disquetes en los ordenadores y reproductores de vídeo doméstico
Han pasado a mejor vida los disquetes gigantes de los ordenadores, IBM los patentó en 1972, que mutaron después a disquetes pequeños, lápices de memoria o discos duros, para fundirse en la actualidad en la nube.
En el audiovisual la gran discusión en consumo doméstico era si optar por un Betamax o un VHS.
Desapareció primero el Betamax, creado en 1975 y luego enterramos el segundo formato, mientras que ahora los que triunfaron (DVD) están también en camino de extinción.
En los setenta no eras nadie sino tenías una calculadora personal.
Ahora lo hace todo el teléfono móvil.
Sony presentó en julio de 1979 el Walkman, que permitió escuchar música con unos pequeños auriculares, todo muy ligero.
Triunfó inmediatamente e inspiró las siguientes generaciones de iPod y aplicaciones para teléfonos móviles.
Los setenta cambiaron profundamente los hábitos personales en consumo doméstico.
En 1975 Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft, que controló con mucha rapidez el mercado de los ordenadores domésticos con su software, omnipresente en todos los hogares a partir del los ochenta-noventa.
Pero en 1976, Steve Jobs y Steve Wozniac trabajaban en un garage para lanzar el primer ordenador Apple, que en tres décadas inundó el mundo de Macs, Ipods, Iphones, Ipads y consolas de videojuegos.
El club de los que murieron a los 27 y Elvis Presley
En los setenta se revolucionó la música. Nació el punk. El cuerpo se movía a un ritmo endiablado en las discotecas, en las boites nocturnas, mientras que llegaba también el rock suave, el country y se ampliaba el público del jazz.
Sonaban Led Zeppelin, Queen, Stevie Wonder, David Bowie, Bruce Springsteen, Elton John, Bob Marley.
Despega también el «club maldito de los que murieron a los 27 años», que ya suma más de treinta celebridades.
Lo fundó Brian Jones, fundador de Rolling Stones, que permaneció en la banda hasta un mes antes de su muerte, en 1969, cuando le encontraron en el fondo de una piscina.
Le secundó Jimi Hendrix, considerado uno de los mejores guitarristas de la historia, capaz de tocar el instrumento con los dientes o de prender fuego a la guitarra en una actuación en directo.
Negro y de familia humilde, marcó la historia del rock con solo cuatro años de vida profesional activa.
Murió en 1970 en Inglaterra por sobredosis de barbitúricos.
Otra referente, Janis Joplin, también falleció en los setenta.
Cinco de sus singles se subieron al top 100 de Billboard en poco tiempo, pero no sobrevivió al éxito y se sumó a la lista de cantantes fallecidos a los 27.
Jim Morrison se fue en 1971 por una sobredosis de heroína a la misma edad en la cumbre de su carrera. Era vocalista de The Doors.
Otro gran cantante que se fue en los setenta (1977), ya fuera del club de los malditos, fue Elvis Presley, rey del Rock’n’Roll.
En España triunfaban Camarón, con La leyenda del tiempo, Serrat, Nino Bravo, Paco de Lucía, la ‘nova cançó’ en Cataluña (Raimon, Lluís Llach), la canción protesta (Labordeta, Paco Ibáñez), Aute, Ana Belén, Victor Manuel, el primer Sabina.
Una década de gran cine
En los setenta se fue Charles Chaplin, pero la cosecha cinematográfica de los setenta fue magnífica: se estrenó Star Wars; Coppola dirigió dos de las películas de la saga El Padrino y Woody Allen arrasó con Annie Hall y Manhattan.
John Travolta fue candidato a los Óscar de 1977 por Fiebre del sábado noche como actor principal.
Scorsese realizó Taxi Driver y Spielberg, Tiburón. Fue la década de El exorcista y los actores icónicos eran Liza Minnelli, Jack Nicholson, Dustin Hoffman, Robert Redford, Barbara Streisand y Marlon Brando.
Los 70 fue una década en la que empezó casi todo y que sigue marcando el ritmo de la España y el mundo actual.
España se aceleró en los 70, decidió borrar, casi de golpe o de susto, su larga noche de piedra, de miedo, de confesionario y de aquella Semana Santa lóbrega, donde casi no se podía respirar ni jugar al futbolín.
“La década de los 79 fue la de la rebeldía juvenil, aunque en España el movimiento ‘hippy’ llegó tarde y desvirtuado.
Los setenta fueron una aventura irrepetible porque coincidieron factores políticos, sociológicos y sentimentales de hondo calado para un país, y sus ciudadanos, que jamás volverían a experimentar un cambio de tal magnitud”.
Xavier Gassió
Los padres de los 70 también habían sido jóvenes: consumían tebeos; ‘Roberto Alcázar y Pedrín’, ‘El capitán Trueno’, ‘Tiovivo’, usaban estilográfica Parker en ocasiones, amaban el deporte y se asociaban, sentían debilidad por Guillermo y los cinco, y habían experimentado el furor del Scalextric.
La España de los 70 estaba bajo palio, Juan XXIII apareció para darle algo de luz,
“Las procesiones de Semana Santa en particular revestían una pompa y un dramatismo dignos de la tragedia griega, con un desbordante estilo barroco”.
El pecado, la proximidad del Averno, los ejercicios espirituales y las espantosas imágenes estaban al orden del día.
Con todo aparecían los “curas obreros”.
El sexo provocaba pesadillas y alguna humorada en la confesión.
Cambió el concepto del amor y de la bebida.
Los padres españoles, no han sido modélicos para sus hijos en este punto.
Tragarse el humo fue todo un aprendizaje, una mujer que fumaba podría ser para un niño repelente toda una sorpresa:
“Mamá, ¿esta señora es una puta? ¡Está fumando!”.
En los 70 se multiplicaron los cursos por correspondencia; otra asginatura pendiente fue la política y gracias a ellos supimos mejor quién era el Che Guevara o Mao Tse-Tung.
Empezaron a llegar las golosinas, se popularizaron las pipas, Nocilla y Eko, y tantas y tantas cosas.
Los 70 trajeron, una nueva idea de la decoración de viviendas y una apuesta específica de los jóvenes que se independizaban y llenaban sus habitaciones de pósters y abundante iconografía de música, arte y cine.
El progreso llegó de muchas formas: con el parque automovilístico en progresión, donde reinó el 600, que era, el angosto escenario de aventuras sexuales, pero también un utilitario mítico y coquetón.
Se exhibien los requisitos para contraer matrimonio civil, se muestra la variedad de billetes y monedas de aquellos años, y la evolución de mobiliario al fin y al cabo se trata de “la materia con la que están hechos los sueños del hogar”.
La salud importaba mucho y se presentaba con una tosca publicidad.
La fotografía despegó con la Polaroid y estuvo varias veces moda, igual que la música y sus aparatos de audición.
Telefónica era “una, grande y monopolio”.
Los 70 también fueron los años de la delincuencia, de los hurtos, y los quinquis sentían devoción por el radiocassete.
Y de Margarita Landi, la criminóloga de ‘El caso’.
Ser progre era un arte, y con ellos, los progres, llegaron los transgresiones amorosas, las revistas ecologistas o socioculturales, la pasión por las filosofías orientales.
La moda fue desplegando alas; llegaron las “faldas cortas, piernas largas”.
La minifalda, ya venía del triunfo de Massiel en Eurovisión, evento que es comparado con el gol de Zarra.
“Una de las derivadas de la minifalda fue la aparición de botas altas, a veces incluso por encima de la rodilla, hechas con materiales acharolados y de tonos vivos”.
El cine fue capital en la metamorfosis de España.
Fotograma de ‘Asignatura pendiente’, de José Luis Garci, con José Sacristán y Fiorella Faltoyano.
De la música ye-yé, con algunos intermedios como Nino Bravo, se pasa al rock progresivo y se recuerdan Los Beatles, Georgie Dann, Serrat y Sisa o Las Grecas, que animaban en cotarro con aquello de ‘Te estoy amando locamente’.
La música ocupa muchas páginas, y se contempla todo: el sonido, la canción protesta, el folk y el rock, los nuevos sonidos, Eurovisión, las nuevas cajas de música o el entrañable tocata, que animaba los guateques.
Con el cine sucede lo mismo: se habla de los cuatro grandes, Buñuel, Saura, Bardem y García Berlanga; se habla del cambio de sexo en el cine y en la sociedad, de la tercera vía y del destape, aquello de “lo que exige el guión”, y luego del porno.
En el cine y en las revistas: ‘Play boy’, ‘Penthouse’, ‘Climas’, ‘Clímax’ o aquella ‘Lib’, que llegó a tirar 500.000 ejemplares.
El fenómeno de la prensa y un hecho tan importante, como el apunte sociológico más extenso.
“La mayoría de las cosas que pasaron, en la década de los 70 son ‘perfectas’. No es una ironía (o sí), es que pasaron para concluir”.
Destape, contracultura, libertad y también mucho postureo marcaron la década del despertar democrático de España.
En España, los 70 son un mosaico multicolor de cambios que se iban produciendo en la cultura anglosajona y por su influencia también en nuestro país.
Primero entre los jóvenes, a través de la música, el cine y la contracultura y con el tiempo en la sociedad entera.
España no estaba tan alejada de Europa como hoy pudiera pensarse.
Sin Plan Marshall, los españoles se las ingeniaron con trabajo a destajo y astucia para suplir el retraso económico, político y social.
La sacudida cultural la sufrieron con igual intensidad los demás países de nuestro entorno, pero en España se vivió con un plus de euforia por el mayor peso de las tradiciones religiosas y la represión sexual.
Con el turismo y el Plan de Estabilización y Desarrollo se fueron relajando ambas hasta su eclosión en los descarados 70.
El franquismo vio, no sin cierta enfado y preocupación, ese «desmadre», no solo político, sino también la forma radical de los jóvenes de entender el mundo que fue instalándose en la sociedad a lo largo de los 60: drogas, manifestaciones universitarias, canción protesta, contracultura y comunitarismo jipi.
La muerte de Franco en 1975 marcó el punto de fuga de esa profunda alteración social, en especial, el tránsito pacífico a la democracia, que en apenas tres años se consolidó, permitiendo, entre trifulcas y encontronazos, una sociedad homologable en libertades políticas y sociales al resto de Europa.
En los 70 se producen cambios vitales y culturales con los hitos de la memorabilia costumbrista.
Una década de rebeldía casera, sexualidad desatada y moda progre que se desarrolla a través de la publicidad, el cómic, el cine «underground», la moda y la vida cotidiana.
Visto con la perspectiva estética que se presenta, se diría que los 70 se han quedado apresados entre la exuberancia estética y musical de los 60 y la revolución económica y vital de los 80, «la década púrpura» para Tom Wolfe.
En medio, la estética formal de los padres que habían ganado la guerra al comunismo y los hijos rebeldes que descubrían el marxismo, versión anarcopasota, para enfrentarse a la autoridad, cuando, en realidad, la permisividad y tolerancia controlada permitió que la contracultura jipi y cierto «situacionismo» procedente del Mayo del 68 se instalaran sin mayores contratiempos.
Barcelona fue la capital del cambio contracultural, gracias al concurso de numerosos españoles que acudieron, bien a estudiar o bien a trabajar con un mayor margen de libertad.
Que protagonizaron el destape sexual a través de publicaciones, novelas y revistas que impregnaron de modernidad al resto de España.
«El Víbora» aunó a la mayoría de los dibujantes jipis, desde Mariscal y Nazario a Ceesepe y Dani Torres. Todavía no había estallado la confrontación entre línea clara y línea chunga ni la Barcelona libérrima, «la Barcelona que fue» y dejó de ser en cuanto llegaron los separatistas de Pujol e impusieron la sharia antiespañola.
Proliferaron en esos años las revistas de humor, que siguieron la senda marcada por «La Codorniz»: «Por Favor» fue la pionera, «Hermano Lobo» y «Hara Kiri», con «El Papus» y «El Jueves» como versiones hispanas de «humor bestia y sangriento».
Los cambios en los gustos literarios se vieron reflejados en dos editoriales: Anagrama y su colección «Contraseñas», tras el aburrimiento del lector concienciado del marxismo, y Tusquets, que de la mano de Berlanga inició con la colección «La sonrisa vertical» la moda de la literatura erótica.
Surge el fenómeno gay con las primeras manifestaciones y los travestis.
Con entradas para Pawlosky, Bibi Andersen y Lindsay Kemp y el impacto que causó «Flowers», de Genet.
Nazario, Ocaña y la farándula que hicieron de Las Ramblas un espectáculo diario.
Los quioscos de la zona mostraban la panoplia de revistas porno sin vergüenza. Abrieron los primeros sex-shops heteros y saunas gays.
El «cine S» triunfaba con sus desnudos precedidos por el filme «Emmanuelle» (1974) y se estrenaron filmes prohibidos como «El último tango en París» (1972) y «La naranja mecánica» (1971), que la mayoría ya había visto en Céret, Francia.
El porno ocupa un lugar preferencial en esta crónica del desmadre. Primero con las Salas X y la aparición del vídeo-club, que permitió abaratar las carísimas y prohibidas cintas porno como «Garganta profunda» (1972) y «El diablo en la señorita Jones» (1973), que lograrían editarse ya en los años 80.
Además del aspecto musical, destacan los equipos de música, el Vieta fue el más popular por económico y las torres con el «ampli», la radio-casete y el ecualizador, que fueron sustituyendo a los magnetofones.
Y la democratización de la grabadora: la casete portátil Philips, con micro incorporado, tan popular entre los periodistas.
Coches, bebidas, confort hogareño, cámaras Kodak Instamatic, proyectores de cine familiar de Súper 8, calculadoras y relojes digitales Casio ocupan la parte tecnológica vintage del libro.
Así como la moda vestimentaria, desde el «gay power» con sus trajes de brillos, pelos de colores y hombreras desafiantes, hasta los Village People y la música Disco, donde rumberos y travoltas animaban las pistas de las modernas discotecas al ritmo de los Bee Gees.
Las referencias a la nostalgia infantil televisiva: los dibujos animados de «Mazinger Z», «Marco», «Heidi», la Ruperta del «Un, dos, tres», y series tan populares como «Pippi Calzaslargas», “Colombo», «Kojack», «Los Ángeles de Charlie» y «Starky & Huch».
Una profunda transformación de la sociedad rural en urbana y la llegada de la democracia se impuso con total claridad.
Referencias;
- todoliteratura.es/que-fue-de-los-70-la-decada-que-cambio-la-historia-de-espana
- eldiario.es/relata-decada-cambio-espana-empezo
- heraldo.es/los-70-o-la-fascinante-espana-del-cambio
- larazon.es/los-70-la-espana-desmadrada
- antena3.com/anos-70/asi-era-como-viviamos-en-espana-en-la-decada-de-los-70
- eprints.ucm.es/Espanaenlos70y80
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